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Creo recordar que apenas tenía diecinueve años cuando aquello ocurrió. Por un momento deposite mi vida en un papelillo de fumar. Fue un instante prolongado,  sin tiempo. Algo se apodero de mí situándome en un espacio indefinido más allá del miedo,  más alla de ... Estábamos sentados, liando un cigarro en un banco de   Mª Agustina, hacía un rato que había amanecido y todo era desmesuradamente desmesurado: las sombras, las luces, el gorgoteo de la fuente, la brisa cargada con los azahares de los huertos de Lidón. Respiré hondo y, como una forma de mantener mi pensamiento ocupado en una banalidad, observaba atentamente la maniobra de Tatón. De repente,  una ráfaga de viento se llevo el papel de fumar. Simplemente me desprendí de mí, me alejé en aquel papelito, no podía ir tras  él porque era él. Como en esos sueños en los que intentas correr pero una fuerza superior te mantiene petrificado, congelado en el pánico impotente. Rodé, rodé aunque mi pellejo permanecía allí anclado, atónito, sentado en aquel banco. Rodé rozando el suelo durante unos metros. Tatón me miró y comprendió. Se levantó, recogió el papel, lo sacudió, le dio un beso y me lo puso entre los labios. Me lo trague sin masticar, mientras seguía observando  atentamente la maniobra de su única mano y, espontánea, una voz que salía de mí decía  "es curioso cómo nos ven las hormigas" .
Tatón asintió : "es importante que lo recuerdes. No siempre hemos sido tan grandes,  a veces  basta con una ráfaga de viento inesperado para dejar de serlo".
... y volví a soñar que eras un fractal, y en mi sueño una mariposa. Una mariposa no parece ser nada si la comparamos con todas las fuerzas físico telúricas que me arropan, sin embargo al batir sus  alas la mariposa produce un tornado en el otro lado de la Tierra. Muevo mis pestañas y se caga una perra de la Plaza Juan XXIII, agito mi sobaco y cinco pingüinos salvan su pellejo, entorno mis ojos y ... Las maquinas han peinado la orilla. Las pechinitas, piedrecillas y  plastiquitos que forman la playa de aquí abajo. Ayer el rocío humedecía los surcos y  el amanecer arrojo luz anaranjando los perfiles,  sus simas y  laderas, un campo de oro junto a las olas. Sombras,  luces, el gorgoteo de la fuente, la brisa cargada con los azahares de los huertos de Lidón. Respiré hondo. 
Me ocurre, y cada vez más a menudo, esa fragmentación de lo que tengo delante de mis narices, transgrediendo el Orden del uno, del dos y después el tres, del arriba y abajo, para amerizar en las  convulsas aguas de los entres. De pronto, toda esta luz dorada te agarra sin permiso, como más nos gusta, y te escupe a ese agujero en la red, ese orto (des) orden, no se si más caótico, pero si más poético, más permeable. "No siempre hemos sido tan grandes, a veces  basta con una ráfaga de viento inesperado para dejar de serlo".
Vuelta a las imágenes icónicas y bostezos signicos, o,  agarrame fuerte y  estrangúlame la sintura que este es nuestro baile mi chula,  déjate llevar.



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