AZUL doss. Inflexión

Horizonte, punto de encuentros y de pérdidas, de anhelos y de  sueños, que nos expande y nos limita sin limitarnos. Ilusión de ilusiones, espejismo, beso, fantasía,  esquina de cielos y mares. Maravillosa incertidumbre. No lugar que habita  en nuestro pensamiento como línea que circula el círculo, como concepto que contiene la distancia. Como nosotros mismos el horizonte es una paradoja, una quimera. Como nosotros mismos,  que mientras vamos, vamos siendo,  vamos dejando de ser. Que cuando llegamos se aleja. Nos alejamos.
- El Azul dijo: “Entonces ¿Dónde quedó nuestra inocencia?. Quizás en esa mirada que sigue buscando, buscando”.
- Y él horizonte le susurro al Azul:  “hoy estoy aquí. Aquí -remarcó-  Dónde crees que estoy, sino.  Y, ciertamente,  me siento raro porque suelo estar en otro lugar”. 
Miles de soles reverberaban como sardinas plateadas sobre la mar. Millones, chispeando en el azul. Pienso en la felicidad. Pienso en la felicidad como  susurro en el oído. Un susurro del que recuerdo la humedad dejada por la  punta de una lengua. Recuerdo el estremecimiento de la piel bajando por mí cuello. Un susurro del que no logro recordar el mensaje, tal vez el mensaje solo fue estremecerse, o mecerse. Pienso en la felicidad, chispeando como una sugerencia frágil y volátil.
Tenía tantas ganas de  esta luz que ahora que  la tengo delante me doy cuenta de que siempre ha estado ahí, de que soy luz.
El Sol ya se está yendo. La mar debe seguir afelpando la tarde. A estas horas, su sonido es un sonido sordo y reiterado, como un mantra, como una tregua.
Seguro estoy de que los barcos han comenzado a encender las luces de posición y cubierta, chispeando ahora sobre una línea grisverdemar. Un susurro, una sugerencia frágil, que lo estremece.
Horizonte, tal vez bumerang, un niño en la otra orilla inventando con el dedo la elíptica lunar, de cardo a decumanus, del cielo a la  mar. Convertida la felicidad en arma arrojadiza hacia ese infinito de vuelta,  que cuan más empellas la lanzada más cercada su llegada. ¿El eterno retorno?.  Hete aquí, dibujando  eutopías, fugaces triángulos esféricos a la orilla de tus olas, sus adioses. Y mientras,  entre líneas, escrutando armónicos para acariciar las mareas, aunque bien sabes que tu goce esta en el balanceo, en mecerse, estremecerse.

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