los ojos de las gaviotas


Hay un aquí, y un allá

está ella, y aquella

esta y la otra

la razón pura, y la pura intuición

lo propio, y lo ajeno

el túnel y el puente, la esquina y el rincón

Y son la misma cosa, todo depende en dónde nos situemos. Nos desplazamos unos metros y allá es aquí, aquella es ella, la pura intuición… pues eso. Lo ajeno es lo propio, tu túnel es mi puente y así, así vamos tejiendo y desmadejando este lio tan lindo.

Tengo las cuatro manos tranquilas y las ivaginaciones inquietas.

En la novela El Túnel de Ernesto Sabato, el pintor Castel (o Castell) conoce a María en una de sus exposiciones. Ella está de espaldas mirando una pintura en la que  una mujer solitaria mira al mar. Castel (o Castell) no ha visto su cara, pero se ha enamorado de María. No necesita ver su cara, él ya ha imaginado a su María. La real, no importa. 

Una magnífica novela de Sisifos, amor destructivo, espejos y espejismos. Envuelta en  una atmosfera existencialista, pesimista y devastada.  

He dejado que el viento pasara las hojas y el sol las fuera iluminando. El blanco sobreexpuesto amarillea.

Veo las gaviotas sobrevolarme, pienso en los ojos de las gaviotas sobrevolando el desastre de Japón, tras la Gran Ola. Sus ojos atónitos. En la retina  la memoria de verdes y azules, una imagen envuelta en una lágrima que cae desde allá arriba. Alguien, abajo, que revuelve en la basura siente una gota en su mano, mira al cielo, aspira y presiente la lluvia.

En los ojos de la gaviotas

hay un antes y un después

hay un aquí y un allá

un refugio y una fuga

una aceituna sin hueso

un beso, sin lengua

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