UFO´S
...
Tras su devota peregrinación a
UFO´S algunos de mis primos no volvían a casa, se quedaban “a
dormir” en casa de unos amigos, o eso decían ellos,
vete tú a saber. A los que regresaban, a medio día cuando se despertaban, yo les
acribillaba a preguntas: y cómo es esto y cómo es lo otro, y qué
música ponen, y allí qué hacéis y hay muchas tías, cómo es la discoteca y ellos, resignados, entre legañas y bostezos, con una paciencia encomiable respondían a cada una de las preguntas. A medida que desgranaban anécdotas, que rememoraban detalles de la noche, su rostro se iba iluminando. Gesticulaban y se explicaban con la precisión que la resaca les permitía, sin embargo yo no era capaz de imaginar esa mítica discoteca: la pista, las barras, el disjokey, bailar, sus fiestas temáticas, la
Mar, la playa, la luna. Era un puzzle inconexo, un collage abstracto que se me quedaba en la punta de todo. No era capaz de imaginármelo.
Pasaron los días, que a veces fueron meses y quizás algún que otro año, el tiempo era algo confuso delimitado por el principio y el final de las clases, y yo seguía disfrutando de mi adolescencia, padeciéndola, asimilando y transitando cambios hormonales. De gusano a capullo, de capullo a ... no sé muy bien qué. Un transito que viví instalado en una especie de afección más literaria que real, entre euforia contenida y nostalgia de futuro. No sé muy bien cuánto de cierto había en todo aquello, pero yo así lo vivía. Creo que en aquel transito, del capullo emergió el personaje. Los distintos yoes que irían conformando mi poliverso. De la misma forma, el deseo, que hasta entonces iba petardeando bajo los pantalones cortos, vindico su espacio troncal.
Pues sí, como la canción de Julio Iglesias, de niña a mujer, iban pasando los días, que eran clases, y así pasó el invierno y este dio paso a la primavera y por fin llego el verano. Si, topicamente diré: "aquél maravilloso e inolvidable verano".
Pasaron los días, que a veces fueron meses y quizás algún que otro año, el tiempo era algo confuso delimitado por el principio y el final de las clases, y yo seguía disfrutando de mi adolescencia, padeciéndola, asimilando y transitando cambios hormonales. De gusano a capullo, de capullo a ... no sé muy bien qué. Un transito que viví instalado en una especie de afección más literaria que real, entre euforia contenida y nostalgia de futuro. No sé muy bien cuánto de cierto había en todo aquello, pero yo así lo vivía. Creo que en aquel transito, del capullo emergió el personaje. Los distintos yoes que irían conformando mi poliverso. De la misma forma, el deseo, que hasta entonces iba petardeando bajo los pantalones cortos, vindico su espacio troncal.
Pues sí, como la canción de Julio Iglesias, de niña a mujer, iban pasando los días, que eran clases, y así pasó el invierno y este dio paso a la primavera y por fin llego el verano. Si, topicamente diré: "aquél maravilloso e inolvidable verano".
Como ocurre con tantas otras
primeras veces recuerdo perfectamente, y espero seguir reteniendo este recuerdo
en un espacio privilegiado de mi memoria, la primera vez que fui a UFO´S.
Era agosto del año 1981, acababa de cumplir 16 años y mi tío Vicentin, de
regalo-sorpresa, me llevo a UFO´S. Por aquél entonces Vicentin ya no era glam,
era gay, o simplemente maricón como
decía mi abuelo. Joder, por poco me muero, recuerdo la excitación de esa
noche mágica de agosto, el olor a pinos, a mar y a sal, a Verano. Recuerdo
ascender la cuesta entre la gente, el blanco inmaculado de la
fachada, como iridiscente, trazado por aquellos soles esquinados en
rojos o naranjas, las escaleras y una larga cola de gente. Vicentin
serpenteo entre la cola hasta llegar a la misma puerta, haciendo caso omiso a
las protestas de la gente. El portero abrazo y besó en las mejillas a mi tío,
me dio la mano y nos dejo pasar, sin prácticamente intercambiar una palabra. Justo
antes de entrar mi tío, se giró y le dijo, refiriéndose a mí “quédate con su cara y …
como si fuera yo”. Yo quería decirle que yo no era maricón, pero … ya estábamos dentro. Fue como entrar en un templo.
Sentí ese frescor, y esa apabullante paz y a la vez excitación que sale
de nuestro centro. Si, no sé muy bien cómo explicarlo, pero lo
recuerdo como si lo estuviera viviendo en este justo momento. Es un poco
absurdo y, con total seguridad, suena estúpido, aquello era como ingresar en una
hermandad mística o algo así. Fue una sensación (y os aseguro que no había tomado
ni fumado nada) que me atrevería a describir como de reminiscencia uterina o acuática, de repente, estaba
sumergido en aquel maravilloso liquido amniótico y musical, rodeado de peces
multicolores, de “gente guapa” como
le gusta decir a Vicentin: gente uapa!. Respiraba hondo intentando asimilar todo aquello
y, de repente, allí apoyado en la barra de la derecha, flaqueado por par de paquetes de
Boncalo y un gintonic “infantil”, vestido de blanco ibicenco estaba El. A mí me lo habían presentado en Benicasim un día cenando y mis primos hablaban de Él constantemente. Joder, os juro que sobre su cabeza vi un círculo de luz, ese áurea que acompaña
a los iluminados constatando su divinidad. Allí apoyado, sonriéndonos, estaba Fernando Rives, el creador, como
parte indivisible de aquella Santísima Trinidad. Fernando sonrío a mi tío y se
fundió con él en un largo y sincero abrazo. A mí, que se me había atragantado
el liquido amniótico, y me esforzaba en
dar una apariencia de naturalidad al estado de sock en el que me
encontraba, me estrecho la mano y sin soltármela, dirigiéndose al camarero le
dijo, “súbenos una botella de champañ y dos vasos, a este ponle un vodka con
naranja y que se tome los que quiera, nosotros ahora volvemos”. Mi tío y él
desaparecieron en el “prive”
durante… no recuerdo, qué más da. Las peces y los peces volaban majestuosos
a mi alrededor, sin embargo yo no era capaz de sentirme un pez más, era más bien como un submarinista que observa
atónito toda aquella belleza, pensé en el hijo del Comandante Costeau. No
estaba demasiado oscuro y una luz fluorescente azulada nos hacía parecer a
todos mucho más morenos, enfatizando los blancos, destacando los dientes, todos
reían y las pieles bronceaban una belleza icónica. Estaba flipando, pero no me
soltaba, seguía intentando aparentar normalidad y cada vez estaba más lejos de
conseguirlo, eso me hacía sentir como un gilipollas. Había aprendido a mirar
cansadamente como mis primos mayores, pero no me salía. La gente pedía copas,
me sonreía, y en la pista Lotta Love de Nicolette Larson … con
cuidado de no tropezar bajé a la pista, me puse en una esquina, cerré los ojos
y bailé … bailé hasta ser pez. Baile como tantas veces había bailado en mi habitación, con la puerta bien cerrada.
...
Comentarios
Publicar un comentario