El rabo que se muerde la perro o un apostata perdido en la circularidad
con
lo poco que me gusta dar vueltas al círculo y he amanecido aquí, metido en medio de la circulación en el
centro de esta ciudad caótica, histriónica y vehemente, maravillosa, sucia y antigua, cagada de historia y de
cargadas de paloma. Andando sin querer llegar a ninguna parte,
tan solo dando una vuelta, una vuelta. Escribo circularmente
en mi cuaderno: "He caminado desrrumbado
por calles y callejuelas, transitando por la Via Condotti, dejando atrás mi reflejo en tantos y tantos
escaparates exclusivos. De repente, como una casualidad ha emergido la Piazza di Spagna y yo me he dejado
resbalar hacia la derecha hasta la casa de la esquina. Una vez allí, me he arrodillado y he leído
en voz baja Adonais. Cuando he terminado de recitar me he reincorporado, he tosido y he escupido
sangre, rojo sobre el gris sucio de la acera. Después me he limpiado los labios en la Fontana
della Barcaccia, allí, sobre la superficie vibrante del agua, con el dedo indice, he escrito el
nombre de Keats.
El cielo azúl de finales de septiembre da a Roma una falsa apariencia de sosiego, he respirado hondo
absorbiendo mi epidermis todo aquél momento, su luz, la tenue brisa, el salpicar de la fuente y un
murmullo que se iba diluyendo a medida que mis pasos se alejaban. He continuado
caminando hacia el sur, creo que era la Via dei 2 Macelli o algo parecido, caminando
hasta llegar a la terraza del San
Eustachio Café". Entonces, al llegar aquí he pensado - “con lo poco que me
gusta dar vueltas al círculo y he amanecido aquí, metido en medio de la circulación, en el
centro de esta ciudad caótica, histriónica y vehemente, maravillosa, sucia y antigua, cargada de historia y de
cagadas de paloma”. Casualmente, o no, como aquel joven alter ego de Fellini
vengo de Rimini a Roma. Pero por qué Roma,
por qué precisamente Roma" - me pregunto aquí sentado en la terraza
del San Eustachio Café.
De esto hace tres días. Hoy es mi
cuarto día en Roma. Sin habérmelo
propuesto, y como atrapado por un “algo” que intuyo pero aún desconozco, llevo tres
días siguiendo el mismo ritual, la misma liturgia, sentado aquí, en la misma silla y la misma
mesa. Sentado durante algo más de cinco horas al día. Cuando cae la tarde,
recojo, saludo y me voy. Los camareros son increíblemente profesionales,
amables, diestros, ágiles y discretos. Deben estar acostumbrados a personajes
en extremo sedentarios, porque no han manifestado ni el más mínimo asomo de
curiosidad o asombro respecto a ¿qué hace este aquí tantas horas mañana y
tarde?. Fascinado, viendo este desfile de gentes, parecidas pero distintas, y vehículos, de coches, motocicletas, de bicis y
autobuses. Autos de linea de rigurosa puntualidad, cargados de gente que se desplaza, que mira sin
ver. Yo hace ya muchas horas que no veo.
Tengo miedo de olvidarme de este o de aquel detalle, por lo que he decidido ir anotándolos en este cuaderno de bitácora que me acompaña. Como un notario voy recogiendo la cotidianeidad, dando fe de este testimonio ciego, de esta rutina circular que tanto me recuerda a
Fellini. Fellini, por qué Roma, por qué
precisamente Roma en este momento de desamor. ¿Puro juego gramatical?, hasta
este punto ha llegado mi desparpajo.
Con lo poco que me gusta dar vueltas al
círculo y soy incapaz de salir de este loop. Fascinado por este ir y devenir de
gentes a las que empiezo a distinguir por su gestualidad, por los objetos que
portan y los diferencian. Personas y objetos que interactúan, se repiten y
cuya fatídica reiteración, lejos de diluirlos en la nada de la rutina, los
evidencia en su condición de espejismo. Una evidencia efímera, evanescente, como el nombre de un poeta escrito sobre la superficie vibrante del agua. Un mantra hecho de vehículos, de personas, de
gestos y de objetos, de algún perro y algún gato esquivo. Un mantra que, como el oleaje, rumia las aceras y desflora
las esquinas trazando las visionarias líneas que conforman la partitura de la realidad, de la
normalidad, la sintonía de los días, de la vida, de un mundo que sigue y sigue girando. Girando a
nuestro alrededor. Girando sin fín. O como diría Don Federico "No hay final. No hay principio. Es sólo la infinita pasión de la vida."
http://www.youtube.com/watch?v=Q45mZwX_S74&feature=related
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