pendulums
- Aquí arriba y allá abajo, como en aquél columpio de nuestros sueños. - lo dices sin dejar de mirar a las olas - Nos balanceamos arriba y abajo, abajo y arriba. Y, estoy segura, de que a ti y a mí nos gusta este balanceo. Bueno, la emoción hecha cosquilleo en el bajovientre, el vientro en las alturas y este poner los ojos en blanco crean cierta adicción.
- Adicción - repito- como las perezas y sus tentaciones, los deseos.
- Qué fácil es la inercia, que sencillo el deseo en su complicada complicidad o lo que sea. Qué sencillo es todo y cuánto lo complicamos - lo has dicho retóricamente.
- Aunque hoy, me atrevería a decirte que, creo, me he bajado de la inercia, o por lo menos de una de ellas. Siempre que me bajo tengo esta sensación de vacío, y me inunda la tristeza.
El mundo, mi mundo, se rompe como un vaso de aquellos de duralex, en mil pedacitos cuadrados. Barro el suelo, los amontono en el recogedor, todos juntitos con ese tintineo de vidrio sordo. Me agacho, barro, y siempre hay algún pedacito que queda agazapado bajo una mesa, tras la pata de una silla. Allí está, solo, asustado, lejos del recogedor que vomita en el cubo de basura. Allí esta junto a una pelusa, escondidito, en su brillo callado de hielito dormido. Lo cojo y a su través miro la luna. Lo lanzo al mar y pienso que una almeja se lo come y que, ostias, sueña que es una ostra con una perla cuadrada. Día tras día, bajo su concha lo abraza con su pulpa, lo empalpa con sus ácidos, y el cristalito de duralex se va transluciendo, redondeando, mientras la almeja crece y crece, en el convencimiento de que es distinta, una ostra en un mar de chirlas, pechinas y tellinas.
Por las noches, tumbada sobre la arena, se abre orgullosa, dejándose atravesar por la luna, mecida al balanceo del mar de septiembre. Con su lunita adrento, reflejando su halo de luz, iluminando a sus vecinitas las chirlas, las pechinas, las tellinas, rompiéndoles el corazón a las coquinas.
Desde la orilla, aquí afuera, allá arriba, aquí adrento, la luna es el bostezo de una boca torcida. En el balanceo, como en aquél culumpio de los sueños, acercándome a la pared, atravesándola. Pendulums en donde la luna puede ser un bostezo.
Ya ves, un trocito de mi mundo en una almeja. Recuperando la moral y la reja. Sin moraleja.
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