Bendita Incertidumbre


Había dejado fluir los acontecimientos, las cosas, las personas transcurrían como el agua de un río. 
Estaba fascinado por la sutil belleza de la duda. 
Por fin,  abierto a la incertidumbre, vivía en el quicio de las esquinas, cual árbol sin raíz acariciado o azotado por dos vientos.  
Un delfín entrando y saliendo del agua, un pespunte blanco sobre el tejido azul entraba y salía de la normalidad hasta que ambas fueron espejismos de algo incierto.

Un golpe en la puerta me devolvió a otra realidad. En la pared del baño decenas de manos habían rubricado su momento: 
"Como peces en el cielo"
"Amarás a la prójima como a ti misma"
                          

"Soy un capricho duradero" ... "ya no"
            "Divina tentación"                      
     "Las Libertinas
      Karmi & Laura"
               ...       

Apenas puedo abrir la puerta del baño para salir, una tía que espera afuera me insulta, pero no entiendo lo que dice, parece enfadada.  Hay poca luz, pasillo  inexistente, el espacio entre la barra y la pared esta taponado por un montón de tías con el baso en alto que intentan bailar, pero se mueven sudadas como sardinas en un bote de cristal. 
Por fin salgo a la calle y me sumerjo en el aire fresco de principios de octubre. Ha llovido y huele a polvo mojado, respiro hondo. En el mugre de la acera se refleja el neón del garito "El placer del pecado", alguien ha puesto una "s" entre la "e" y la "c". Sonrío y pienso en las sardinas. 
La calle es peatonal y adoquinada,  un par de tías agachadas mean tras un coche, la gorda me hace la peineta, parece un pez globo, me toco  teatralmente los huevos. La gorda grita algo.
Me acabo de dar cuenta de que hace un buen rato que no veo a ningún otro tío. Tampoco los echo de menos. Dos yonkis me piden un cigarro y dos euros, les doy cinco euros. Creo que eran dos chavales, como peces en el cielo. 
Deben ser las tres de la madrugada, sigo caminando calle abajo sin saber muy bien hacia dónde voy, me dejo fluir, como un cagarro por una acequia, hasta llegar al quicio de la esquina. Un coche me saca de mis pensamientos. Voy caminando como una aguja sin hilo, que entra y sale, cada paso entra y sale de los espejismos, dejando una impronta inexistente, un pespunte invisible en un tejido que creo recordar era azul, mas no tengo certeza alguna.                                     

     

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