el sonido es de un bello gris verdoso

... lo sé,  lo comprendo y te juro que me esfuerzo en asimilarlo,  pero créeme, no soy capaz de aprehenderlo: “las cosas no ocurren de repente”. Las cosas no ocurren de repente, las cosas no ocurren de repente,  tendría que repetirlo como un mantra, a ver si así...  
Voy por la vida pasmado, de sorpresa en sorpresa, sin margen de maniobra, viviendo lo cotidiano como algo insólito. Ya ves, de tanto plantar esquinas  sufro a dos vientos y hasta lo más nimio se convierte en  un acontecimiento irreversible. Qué le voy a hacer, con el frío algunas cosas solo puedo mirarlas de soslayo, como se mira a  ciertas pinturas , a los gatos, a los musgos y a algunas mujeres. Como últimamente te miro a ti. Y ahora , tengo que comprender, debo aceptar que es demasiado tarde.  En alguna ocasión alguien, que tal vez era mi padre, me dijo algo así como que de mirar muy cerca, muy cerca a las cosas acabas cogiéndole cariño a casi todo. Y eso te marca, joder cómo te marca. He intentado constelar este tema, pero ... ni ostias, como una lapa. La constelación es algo así como un exorcismo indoloro, de gracias y perdones. Ya, ya ... no voy a desviarme del tema.
Desde que me has dicho que te vas, no me encuentro,  me voy perdiendo aquí y allí, quedándome  como al margen, a la orilla, con este sentimiento tan límbico. Límbico porque me ubica en el vértice de todo esto y todo lo otro, porque me enbordece. Apenas un chispear de las olas en las plantas de los pies. Echo de menos el sol. Ya me conoces, el sol me tiende una mano, me saca del miedo e irremediablemente me voy enderezando, dejó atrás esta impostura, voy sacando la cabeza del culo. Necesito estirarme sobre las piedritas calientes, apenas un chispear de las olas en la planta de los pies, mirar al cielo, a las nubes, a sus formas que se alejan. Hoy son medusas,  princesas que arrastran sus velos al entrar en palacio. Los ascomicetos, en reverente genuflexión, miran al suelo ante el desfilar elegante de sus consortes. Son la hifas de los basidiomicetos, princesas aladas que se cogen de la mano. Suena la música. Empieza el baile.
... anhelo la desmesura de la primavera, poder mirarte de cerca, muy de cerca, oler la pelusa de tu nuca, en el jamás de tu respiración, ser sudor en tu piel, resbalar, caer hacia tu sur hasta hundirme en tu musgo rizado. Sumergirme en la profundidad de tus aguas, en donde  el verde es de una intensidad que fecunda al verde, lo azula,  lo transita, lo silencia y lo música.  Perderme  y que tú me encuentres, que nos encontremos, así de repente, por casualidad y para siempre. 
Aunque las cosas no ocurran de repente, la casualidad no exista, y para siempre sea mucho tiempo. Si, y ahora ya es demasiado tarde.
Te escribo aquí tumbado frente a la mar brava, mientras las nubes desfilan,  se alejan cogidas de la mano,  arrastrando sus velos de  princesas. Un estruendo de olas y espuma, suena su música, es de un bello gris verdoso. 
Un sol inexistente me saca del miedo, creo que hoy ha empezado mi primavera.
Too late?


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