𝗠𝗜𝗟𝗜𝗧𝗔𝗡𝗖𝗜𝗔 𝗩𝗦 𝗥𝗘𝗔𝗟𝗜𝗗𝗔𝗗 - … “𝙣𝙤, 𝙡𝙖 𝙗𝙞𝙘𝙞 𝙣𝙤 𝙡𝙖 𝙧𝙚𝙜𝙖𝙡𝙤, 𝙦𝙪𝙚 𝙗𝙞𝙘𝙞 𝙨𝙞 𝙦𝙪𝙚 𝙩𝙚𝙣𝙜𝙤”.

Ser militante es algo que asocio a la adolescencia, o a la temprana juventud. Aunque conozco muchísima gente que es militante toda su vida, y gente que jamás abandona la adolescencia.
La militancia es un férreo compromiso intelectual, teórico, que llena tu vida: tu cuerpo y tu espíritu. Es una forma de religión para muchos ateos. Es dogmática e icónica, aunque su discurso sea antidogmático (este es su dogma), e iconoclasta (este es su icono). La militancia, al igual que el “amor carnal e incondicional, es puro pensamiento, aunque la mente fabrique el espejismo de que es un sentimiento que brota del corazón. La militancia “es pura razón”, no corazón.
La mayoría de militantes que conozco tienen razón, su razón; bueno, para ser más exactos diría que quieren tener razón. Esto suele ser una condición intrínseca de la militancia “el tener la razón”, hecho que suele desembocar en fanatismo. Para mí, un fanático es un neurótico vulnerable, alguien fácil de manejar, un mártir potencial.
Pero volvamos a la militancia, la o el militante se manejan bien en el plano teórico, elucubrándo soluciones magnificas y biensonantes, siempre virtuales. Sí el verbo es acción, su verbo es el condicional, ya que su acción es potencial (yo haría, yo cambiaria esto o aquello, …), es decir su acción no es tal, ya que es hipotéticas, posibilidad, esta por venir. Y cómo dice mí apreciado Toni: “tiempo por venir, futuro”, y mientras "de forment ni un gra".
A gran parte de los políticos les ocurre esto. Eran militantes, buenos militantes, y en la militancia se movían como peces en el agua de esa potencialidad, de los hipotéticos y posibles. Pero, de repente les toca abandonar el estanque de la virtualidad, y actuar (acción en rotundo presente), resolver en el mundo real. Pero no solo eso, deben ser consecuentes con aquel compromiso intelectual, teórico, que gritaban en su militancia. De hecho, se lo exigen los que siguen siendo militantes y les han encumbrado al púlpito de la realidad. Lo de ser consecuentes, tras las dos primeras nominas y la paga extra, se lo pasan por el forro.
Nuestros políticos fueron buenos militantes, por esto están ahí, seguro que eran potencialmente ejemplares, pero … ahí los tenemos. En momentos de excepción nadie da un paso al frente, no veo ningún mártir entre ellos.
Al margen de su signo político, a mi me da una mezcla coraje ver a estos pusilánimes que nos des-gobiernan, que lejos de ser ilustres son solo ignorantes (pero no bobos) y sin vergüenza alguna. Dejando a un lado el signo de su partido, no vislumbro ningún Mirabeau, ningún Político capaz, estadista, con vocación y formación, vergüenza y compromiso. Sin fijarme en sus ideas, tan solo en su condición de estadista, y sin remontarme 500 años al Cardenal Cisneros, se echan en falta españoles como Don Manuel Azaña, Don Ortega y Gasset, Doña Emilia Pardo-Bazan o Doña Clara Campoamor, Don José Antonio Primo de Rivera o Don Antonio García-Trevijano, Don Enrique Tierno Galvan, Don Adolfo Suarez, Don Antonio Garrigues Walker o Don Julio Anguita (padre), …
Todo este rollo me ha venido a la cabeza al leer la noticia de que “Carmen Calvo, vicepresidenta primera del Gobierno, se encuentra hospitalizada en el privado y prestigioso Complejo Hospitalario Ruber “. Vaya por delante mi más sincero deseo de su pronta recuperación. Pero volvamos a la noticia de su hospitalización en el “privado y prestigioso Complejo Hospitalario …” , es lo que tiene la militancia cuando entras en el mundo real, amnesia total, el síndrome de la “D”, “Donde Dije Digo, Digo Diego”. Vamos aquello que practicaba Karl Marx y que tan bien nos enseñaron los curas de “ Haz lo que yo diga pero no lo que yo haga”.
Todo esto de la militancia y su devengo en mequetrefes/fas lo resume muy bien el chiste del populista aquel que decía “si yo tuviera un millón en la cuenta del banco se lo regalaría a los pobres, si tuviera un chalet se lo regalaría a los necesitados, si tuviera un coche se lo regalaría al que no tiene”, y el que le escucha dice y la bicicleta? - a lo que el populista responde - “no, la bici no la regalo, que bici si que tengo”.

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