hasta donde me sea posible


preámbulo
... abandonarme a lo inesperado

ámbulo
Hasta donde me es posible tenía que expresar mi verdad y, abandonándome a lo inesperado,  me olvide de la realidad, de aquella que me circundaba, para ir cayendo en otras realidades más liquidas, más profundas, en donde los movimientos de las almas se tornan visibles. Lugares en donde los cuerpos oscilan como hierbas mecidas por la brisa, en los que una luz azulada alumbra las zonas oscuras, y el latir de la luna es el corazón de la noche, un latido arrullado por el murmullo del agua en la Quebradita. Tenía que expresar mi verdad y para ello,  como un hilo hace con la aguja o la misma aguja en su tránsito a través de  la carne, atravesé la vida.  Trepanar la vida, atravesar el mundo de las emociones, de la pasión y el deseo, dejando atrás al miedo  para alcanzar los centros esenciales del sentimiento,  sus núcleos elementales, para expresar, hasta donde me es posible,  mi verdad.
Y como arriba y abajo son una misma cosa, te digo caí, mas era un lento emerger, un levitar de pluma ventada, de susurro suave, de ícaro tranquilo. Y en este caerascender miré y te vi allí sentad@, icónic@, clave de aquella alineación esclarecedora. Deje de mirar y me vi en tu sonrisa luminosa, beatífica, que era la mía. Me vi desde los albores del tiempo, más allá de la infancia del reptil y la larva, me vi arbusto, hoja, rama, planta, raíz, árbol, hermano, una misma cosa.
Y fue en ese ver cuando ocurrió: una burbuja se rompió, y en ese justo momento todo y todos, incluidos los dos, fuimos cristalinos. Pero … aunque tú me lo habías pedido no fui yo, fue la luz, fue el ícaro, fue el susurro, qué más da, se rompió, y de pronto nos miramos como dos recién nacidos arrullados por el murmullo del agua en la Quebradita.
El latir de la luna era el corazón de la noche.

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